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domingo, 13 de septiembre de 2009

Pobreza y desarrollo en Bolivia


Bernardo Corro B.
La pobreza es una de las grandes preocupaciones de A. Latina y de Bolivia. La reducción de la pobreza es objetivo número uno a resolver de los modelos de desarrollo, de los partidos, así como de miles de proyectos locales de desarrollo de los gobiernos y organismos internacionales. En nombre de la lucha contra la pobreza, éstos gastan miles de millones de dólares, pero la pobreza aumenta. La lucha contra la pobreza llegó a ser el justificativo de negocios, de golpes de Estado y cortina de humo de modelos y planes de desarrollo fracasados.

En 1996 la pobreza era 70%. La pobreza moderada, 40% y la pobreza extrema, 36% (medida por NBI). El 2007, la pobreza extrema habría aumentado a 37,7%, equivalente a 3,7 millones de personas. La pobreza moderada habría aumentado de 4,98 millones de personas en 1996, a 5,91 millones el 2007. La pobreza extrema habría aumentado de 3,17 millones en 1996, a 3,71 millones el 2007, es decir, un incremento de 540 mil personas (INE 2008).

Enfoques: Surgen interrogantes sobre esta calamidad que aqueja al país. ¿Por qué existe la pobreza? ¿Por qué aumenta? Existen enfoques interpretativos que fueron dominantes durante décadas.

Desde los años cincuenta, con la “revolución nacional”, se difundió la creencia de que la pobreza era generada por el modelo “primario exportador” dominante por muchos siglos. Se pensaba que este modelo, basado en la exportación de bienes primarios, no generaba ingresos suficientes, lo que no contribuía a financiar el desarrollo de los sectores rurales y urbanos pobres. La nacionalización de la minería y la canalización de sus excedentes a la inversión pública en infraestructura y al crédito de fomento al sector manufacturero y agropecuario, serían suficientes para lograr el desarrollo, para la creación de empleo y la reducción de la pobreza. Al cabo de décadas no se lograron los resultados esperados. La pobreza urbana y rural continuó creciendo.

Con la aplicación del modelo neoliberal, se implantó un nuevo enfoque sobre la pobreza. Los intelectuales más representativos de este modelo afirmaban “Pese a que su origen es semejante, la pobreza rural y la urbana tienen causas específicas. La de la pobreza rural es su vinculación débil y marginal con el circuito económico y social del país…, la pobreza urbana, en cambio, resulta fundamentalmente de la estrechez del mercado laboral y de la deficiente formación y el bajo nivel de escolaridad y educación …” (Propuesta contra la Pobreza, Gustavo Fernández, Fernando Calderón, Roberto Laserna y otros, Vicepresidencia de la República, p.15, 1998). Luego de 25 años de ese modelo, sus resultados han sido nulos y contraproducentes. La pobreza urbana y rural no se redujo 1996-2007, más bien, se amplió.

No ha habido en A. Latina enfoques correctos sobre la pobreza. Tampoco se tenían enfoques adecuados sobre el desarrollo, el subdesarrollo y el atraso. Debido a esta grave falta no fue posible lograr los resultados proclamados.

Esos enfoques no entendían las causas del atraso y del subdesarrollo, no tenían capacidad para formular estrategias adecuadas para emprender el desarrollo y la reducción de la pobreza. Una de las razones fue que los estrategas y estudiosos del desarrollo fueron prisioneros de conceptos limitados e incapaces de interpretar los mecanismos causales del atraso y de la pobreza. Este fue el caso de los conceptos del Consenso de Washington, aplicados luego en el país por los intelectuales mencionados y por los organismos internacionales multilaterales y ONG.

En el caso del primer enfoque, es correcto identificar que uno de los factores del atraso fue la predominancia durante siglos del modelo “primario exportador”. Si, además, los recursos generados por este modelo eran apropiados externamente, el país quedaba sin recursos para promover desarrollo. La apropiación interna mediante nacionalizaciones no fue suficiente para avanzar en el desarrollo. La ejecución de obras de infraestructura, inversión pública y la canalización de recursos financieros y crediticios hacia grupos empresariales, industriales y agropecuarios, si bien tuvo impactos parciales como en Santa Cruz, no fue suficiente para superar el modelo “primario exportador” y la pobreza y menos para encarrilar el desarrollo equilibrado y sostenido.

En cuanto al enfoque fundamentalista de mercado, sucedió casi lo mismo en cuanto a sus resultados. Pese a lo prolongado de su aplicación (1985-2005), sus frutos fueron pobres. El modelo no generó resultados: ampliación del sector empresarial, expansión de las exportaciones y la disminución de la pobreza. La capitalización–privatización nunca tuvo capacidad para generar los recursos para el Estado para financiar las obras de inversión pública, económica y social, dirigida a la erradicación de la pobreza. Los objetivos no pudieron operar como mecanismos de creación de empleos e ingresos para la población, ni para reducir la pobreza.

Causas de la pobreza. Analicemos “las causas” de la pobreza, propuestas tanto por los “nacionalistas revolucionarios” como por los “fundamentalistas” mencionados. El primer enfoque no se diferenciaba del fundamentalista, excepto por su fraseología “revolucionaria”.

Los fundamentalistas consideran que “La (causa) de la pobreza rural es su vinculación débil y marginal con el circuito económico y social …”. ¿Es correcto afirmar que los pobres rurales tenían y tienen la “vinculación débil y marginal” mencionada? Es incorrecto. Los pobres del campo, los campesinos chicos e indígenas se encuentran plenamente “vinculados” e integrados al circuito económico y social. Es más, juegan un papel central en el “modelo de desarrollo” o la economía capitalista dominante.

Esos trabajadores del campo en estos 60 años han jugado el papel de productores de insumos agropecuarios y de alimentos a bajo precio para las empresas urbanas y rurales así como para el consumo de los trabajadores y de la población urbana. El nivel de precios de los alimentos debía ser bajo para permitir el funcionamiento de la economía. Si los precios de la “canasta básica” subían, había que bajarlos. Los precios bajos significaban ingresos bajos, de “miseria”, para los pobres del campo, lo que determinaba la existencia y la generación de la pobreza extrema y moderada rural. Es incorrecto, por consiguiente, afirmar que la causa de la pobreza rural sea “su vinculación débil y marginal con el circuito económico y social del país”.

Erradicación de la pobreza: Algo sugestivo de este enfoque son sus “programas de desarrollo rural y de erradicación de la pobreza”. Ellos, en lugar de desarrollar a los pequeños campesinos y de “aliviar” su pobreza, contribuyen a profundizarla y a extenderla. En el documento mencionado de los fundamentalistas se lee: “Esta vía parte de la hipótesis central de que esas zonas de extrema pobreza tienen algunas potencialidades para resolver sus problemas produciendo mejor e integrándose al mercado de manera más eficiente.” (p.45) Los programas “eficientes” para integrar a esos pobres consistían en construir en los “bolsones de miseria” postas sanitarias, escuelas rurales, mejorar caminos, canales de irrigación, en especial habilitar programas de capacitación y de crédito sin interés en fertilizantes y semillas mejoradas. Si bien su aspecto social es positivo, el problema surge cuando se incrementa el volumen de producción y caen los precios de los productos cosechados por la sobreoferta estacional. Este ciclo agrícola campesino anual favorece a los intermediarios monopsonistas, al consumo de los trabajadores y a la población urbana, pero genera la extensión de la pobreza rural. Los empresarios urbanos se benefician con la pobreza campesina, pues, gracias a la depresión de los precios agrícolas, pueden continuar pagando sueldos bajos.

La pobreza urbana no es causada por una supuesta ”estrechez del mercado laboral y la deficiente formación y bajo nivel de escolaridad y educación” como lo afirman los fundamentalistas. Estos estudiosos no se preguntan de dónde viene la “estrechez” del mercado laboral y la “deficiente formación…” de los trabajadores. No se dan cuenta de que la “estrechez” es causada por el tipo monopolista de cadenas productivas empresariales existente desde hace décadas. Estas cadenas son dominadas por estructuras monopólicas y oligopólicas con altas concentraciones de mercado en los departamentos y a nivel nacional, lo que determina la existencia de un capitalismo empresarial salvaje, que impide la inversión en las cadenas productivas y el crecimiento de las empresas más pequeñas, lo que genera la “estrechez” del mercado laboral. El sistema descrito no permite la creación de empleo permanente, lo que obliga a la población desocupada urbana a crear miles de trabajos unifamiliares de infrasubsistencia. Los trabajos precarios tampoco generan ingresos suficientes para “mejorar la deficiente formación y bajo nivel de escolaridad y educación de las familias pobres”, como lo plantean los fundamentalistas. Debido a estos enfoques y políticas públicas equivocadas, la pobreza aumenta cada año y el subdesarrollo se amplía. En este contexto puede aumentar el PIB, pero el subdesarrollo y la pobreza también.

¿Qué hacer para resolver el problema del atraso económico y de la pobreza rural y urbana? Es necesario cambiar las estructuras de mercado monopólicas y monopsónicas que dominan las cadenas productivas tanto en las ciudades como en el campo.

Fuente : http://www.la-razon.com/versiones/20090911_006847/nota_264_876975.htm

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