“Brasil tiene centenas de pequeñas y antiguas represas que, según otros estudiosos, podrían generar la misma o mayor cantidad de energía que Jirau y San Antonio si funcionaran en toda su capacidad”, manifestó Ribera.
En ese marco, se encuentra el diagnóstico de Ribera, que fue hecho con el impulso del Observatorio Ambiental de la Liga de Defensa del Medio Ambiente (Lidema), que advierte que existe un figura crítica para nuestro país por los efectos ambientales que causaría la construcción de ambas infraestructuras.
“Además, las energías fotovoltaica y eólica tienen como mínimo 30 años de desarrollo, y a estas alturas ya han superado dificultades para su aplicación en industrias y a nivel doméstico. Actualmente es energía accesible y resulta más ventajosa que construir una megarepresa”, explicó el investigador.
Adicionalmente, Ribera recuerda que hay cuatro proyectos en el país para proyectos de construcción de represas: Cachuela Esperanza, El Bala (con afectación al Parque Nacional Madidi y la Reserva de Pilón Lajas), Río Grande-Rositas y Cambarí sobre el río Bermejo. El justificativo es que generarían 800 megawats de energía sólo en Cachuela Esperanza.
“Generando 800 megawats en Cachuela Esperanza, vamos a aumentar el desarrollo de la Amazonia y del país. Las mini represas o micro represas que pueden generar 17 a 20 megawats son suficientes para dar energía a Guayaramerín, Riberalta, Yata, Chorro, Puerto Rico, Riberalta, Trinidad, etcétera”, señala.
Como se recordará, entidades medioambientalistas denunciaron que la ejecución de proyectos brasileños en la frontera con Bolivia generaría efectos negativos en la flora, fauna y vida animal.
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